
La montaña recuerda: Bariloche y los inviernos sin nieve
La instructora Marta Jereb revive con humor, esfuerzo y memoria los años en que la nieve no llegó al Cerro Catedral. Anécdotas de un 1990 sin copos, con bicicletas en los medios de arrastre y antorchas corriendo sobre hielo.
La postal invernal de Bariloche parece incompleta cuando la nieve no cae. En este 2025, la preocupación por la falta de precipitaciones vuelve a teñir de incertidumbre la temporada turística. Pero no es la primera vez. Y hay quienes lo recuerdan con claridad, esfuerzo... y hasta fotos.
Marta Jereb fue instructora de esquí durante décadas en el Cerro Catedral. Y desde el otro lado del teléfono, en diálogo con Radio Con Vos Patagonia (89.5), reconstruye uno de esos inviernos imposibles de olvidar: el de 1990. “El único lugar donde había nieve era arriba, en Punta Princesa”, recuerda. “En el resto del cerro, nada. Ni una pizca”.
Aquel año, los trabajadores del cerro hicieron de todo para sostener la temporada. “Donde se podía, cargábamos nieve en las camillas de los patrulleros y la llevábamos a las pistas”, cuenta. “Los instructores abríamos senderos para que los principiantes pudieran bajar desde Punta Princesa al Poma de la Olla. Era todo pulmón”.
La escasez obligó a la creatividad. La tradicional bajada de antorchas, un clásico del invierno, se hizo igual. “No había nieve, pero la hicimos en zapatillas. Nos mirábamos las antorchas de fuego en la mano, los pies helados... y decíamos, ¿qué estamos haciendo acá?”, dice entre risas. “Corrimos formando un ocho, no la clásica S. Y armamos una estrella de la nieve. La foto la sacó Capacho desde abajo, quedó espectacular”.
El relato abunda en nombres propios, como Ernesto Rosenkjaer quien subía en bicicleta por el medio de arrastre del Poma de la Olla. “Los más entrenados subían corriendo con los esquíes al hombro, para calzarlos recién arriba, donde sí había algo de blanco”.
La anécdota más extrema fue durante una evacuación: la silla se cerró por viento y todos los principiantes quedaron atrapados en la cima. “Teníamos que bajarlos por hielo puro, con esquíes puestos. El viento te tiraba. Fue durísimo”, confiesa Marta.
Al final, entre recuerdos y fotografías, Jereb repite un deseo que comparten muchos en Bariloche: “Ojalá nieve. Que sea tarde, pero que llegue. No solo por el turismo: la nieve es agua. Y si no nieva en invierno, el verano nos la hace pagar”.
Entre los caprichos del clima y la fuerza de los que sostienen la montaña, la historia de los inviernos sin nieve también forma parte de la identidad barilochense. Y como dice Marta, “hay que ponerle el mejor espíritu. Somos de acá, seguimos adelante. ¿Qué vamos a hacer?”.