
Marcelo Gutiérrez, a un año del crimen de su hija Catalina: “La justicia ya se hizo, ahora es vivir con lo que quedó”
A un año del femicidio de la joven, a manos del barilochense Néstor Soto, su padre Marcelo comparte cómo enfrenta el duelo y pide que su historia deje una huella para prevenir otros casos.
Por momentos se quiebra. La voz se le apaga, pero el mensaje no: "Hay que seguir por Lucía, por nuestra hija menor. Catalina nos marcó para siempre, pero no podemos quedarnos en el dolor". Así habla Marcelo Gutiérrez, un padre que se reconstruye cada día después del femicidio de su hija Catalina, asesinada hace un año en Córdoba por Néstor Aguilar Soto, un joven barilochense con quien ella compartía la carrera universitaria.
En diálogo con Radio Con Vos Patagonia, Marcelo abre su intimidad con una serenidad que conmueve y una honestidad cruda. Dice que la justicia por su hija ya se logró, que el juicio fue una etapa que cerraron. Pero hay algo que no se cerró nunca: el vacío. “No hubo un solo gesto de arrepentimiento por parte de la familia del asesino. Ni una palabra, salvo aquella vez que habló en el juicio. Nada más”, cuenta.
El dolor, admite, es una presencia constante. Lo acompaña cada día, cada noche, en las fechas que deberían ser motivo de alegría y que hoy son apenas soportables. “Es una tarea diaria, un aprendizaje. Hay días que no se puede. Pero estamos con Lucía y lo hacemos por ella, que merece crecer feliz”, explica. Su esposa, Eleonora, también transita el duelo con herramientas propias: la familia, los amigos, el acompañamiento terapéutico y espiritual. Ambos encuentran consuelo en una comunidad que los abraza.
La música, inesperadamente, se volvió refugio. Marcelo cuenta que “Cómplices”, una canción del grupo Ahyre, se transformó en un himno a Catalina. “Esa canción tiene algo... nos conecta con ella. Nos ayuda a llorarla, a recordarla con amor. Saca lo que duele, pero también lo que nos unía”.
Una plazoleta con su nombre en el barrio donde vivía, otra en su facultad de arquitectura. Homenajes que llegan como caricias. “Son mimos. No devuelven lo que perdimos, pero ayudan a mantenerla presente”, dice. Porque para Marcelo, el nombre de Catalina no puede ser uno más entre tantos.
“No quiero que Catalina sea ‘una más que se murió, que la mató’. Quiero que deje un mensaje. Que su historia sirva para que ninguna otra chica tenga que pasar por lo mismo”, remarca. Su voz, serena y firme, busca instalar una memoria activa, que trascienda la tragedia.
Hoy, con la justicia hecha pero el duelo en carne viva, Marcelo Gutiérrez elige hablar. No como catarsis, sino como compromiso. Por Catalina. Por Lucía. Por tantas otras. Porque, como él dice, “el dolor no se va, pero podemos transformarlo. En amor, en memoria, en mensaje”.
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